martes, 15 de diciembre de 2009
Pasión
Existirán los apasionados por el futbol, por las motos, por la bebida, por la lectura, por una mujer o por todas las mujeres. Hay infinidad de pasiones, pero si no consigues levar a cabo la tuya, no esperes ser feliz, tu vida estará siempre vacía.
El secreto de sus ojos, Juan Jose CAMPANELLA
martes, 24 de noviembre de 2009
Periodismo de estar por casa
En el caso de las entidades deportivas, la solución es deshacerse de gastos innecesarios. En esta selección previa de elementos prescindibles se tienen en cuenta los aspectos puramente deportivos, mientras que los demás penden de un hilo. En esta ardua tarea de limpieza, desempeñado tanto por clubes como por empresas, los periodistas acostumbran a situarse en la cabeza de esa lista de posibles elementos desechables.
Muchos considerarán que el periodismo consiste en teclear frases bien ligadas. De este modo, todos podemos ser periodistas sin pasar por una facultad de comunicación. Y de este mismo

Esta desvaloración hacia los periodistas es una consecuencia de una visión errónea del papel de los ‘comunicólogos’. Por ejemplo, en un club deportivo, si un niño marca un gol, encesta una canasta, o un equipo gana un partido, sólo lo sabrán los familiares de los jugadores y algunos miembros o aficionados asiduos a la entidad. Si ese escenario cuenta con la presencia de un periodista, miles o millones de personas tendrán conocimiento de ese gol, canasta o victoria. Es decir, un hecho no existe si no aparece publicado.
A pesar de esta importante función informativa, podemos seguir creyendo que los periodistas no somos imprescindibles. Sin embargo, tal y como sucede en nuestra vida cotidiana, sólo somos capaces de aprender, enseñar, conocer, relacionarnos, si nos comunicamos. De manera extensible al funcionamiento de un club, la comunicación −organizada y desarrollada con profesionalidad− resulta una parte vital dentro de esa estructura. Por su capacidad de adaptación, las tareas de un periodista como miembro de un club pueden ser infinitas.
Las actuaciones para superar una crisis, o sin crisis, pueden ser comprar marcas blancas, no salir de compras o a cenar, colocar diez papeleras en vez de veinte, o doblar el trabajo de un empleado; pero que nunca sea pasar por alto la figura del periodista en una entidad, o por lo menos que no se tome esa decisión por desprestigio a la profesión. Si todos fuésemos capaces de desempeñar de manera competente las funciones de un periodista no existirían las facultades de comunicación, ¿no? Por lo menos, para aquellos que lo intenten o se lo crean, que se paren a pensarlo dos veces.
viernes, 6 de noviembre de 2009
Un poco de heroína para desayunar

Volviendo al tema de las drogas, quizá el caso más extremo, seguramente muchos ‘yonkis’ con conciencia no han visto a sus nietos crecer, sin embargo, todos nosotros no habremos experimentado sensaciones límite como ellos. ¿Y qué es lo correcto, o normal, o aceptable? Sinceramente creo que lo de cuidar de los hijos de tus hijos, por ejemplo, no es de esas cosas que den sentido a la vida. Podemos aguantar sesenta u ochenta años, pero dura tan poquito lo bueno del vivir, aquel momento en que sueñas despierto, en que crees que puedes comerte el mundo, en que tu único miedo es dejarte algo por hacer y por eso vives en un presente constante, donde “lo que pase después” tiene importancia cero.
Todos esos miedos que arrastramos -a drogarse, a equivocarse, a no tener un buen trabajo, a quedarse sólo...- son los que evitan que aprovechemos la vida. Como diría alguien de Madrid (recuerdos, por cierto): “el sentido común es la única barrera de los sueños”. Y aunque me cueste reconocerlo, soy demasiado acojonado como para chutarme, pero debo decir que admiro a los que lo hacen con conciencia. Es más, no simpatizo demasiado con aquellos que piensan que los ‘yonkis’ son una lacra para la sociedad. A ellos les recuerdo que; desde los filósofos griegos con las bolas de laurel, hasta Dalí, pasando por Shakespeare y muchísimos más; seguimos admirando las obras de esos ‘yonkis’ que tanto despreciamos luego. Una contradicción más de las muchas que acumula el ser humano.
Ahí lo dejo, para todos los que sigan pensando que tener esposa, un coche familiar, una casa con jardín, una hipoteca de por vida y unos nietos encantadores, les haga mejores personas que esos ‘yonkis’ que llenan muchas de las estanterías de nuestras bibliotecas, o que simplemente vivieron algo por encima de lo que nosotros llamamos “normal”. A ti Carlos, no le des más vueltas, nos tenemos que considerar grandes sólo por tenerlo en cuenta.
domingo, 18 de octubre de 2009
A todas las personas únicas
De mi estancia en Argentina acabo de recordar una de las noches que pasé en casa de la abuela de mi amigo Nahuel. Muy contenta de volver a ver a su familia, se despidió de cada uno de nosotros con un “Hasta mañana si Dios quiere”, antes de irnos a dormir. Esa misma frase pronunciaba mi abuela cuando me arropaba de pequeño antes de apagar la luz de mi habitación. Curiosa coincidencia que se producía a miles de kilómetros de distancia.
También me ha venido a la cabeza la escena de un niño llorando en Londres. Un muchacho, en mitad de la calle, clavado en el suelo sin dar un solo paso, con los ojos cerrados, la boca entreabierta, las manos medio alzadas y un ruidoso llanto como si no existiese nadie más en aquella avenida. La madre, tres metros más alante, pidiéndole que se tranquilizase y continuase caminando. Justo esa imagen se me hace idéntica a los llantos de mi hermana hace unos pocos años.
Final y lamentablemente, aparecen en mi mente los incontables vagabundos arrinconados en las calles de no importa que país. Los mismos rostros de indiferencia por la vida, la misma postura incómoda para pasar largas horas sentados en el suelo, la misma mano levantada y cubierta de mugre, como si nunca se hubiese movido de ese sitio.
Y con todo esto, no quiero decir que Dios exista, que los niños sean niños y que me apeno cada vez que me cruzo con un pobre. Con esto de lo único que me doy cuenta es que hay cosas que son iguales aquí y en cualquier parte del mundo (o por lo menos el mundo que he visitado hasta ahora). Y quizá no sólo sean las abuelas, los niños y los vagabundos los que no cambian se trate del lugar donde se trate; quizá cada uno de nuestros gestos y acciones son imitados millones de veces en millones de rincones del planeta. Parece un poco desolador creer esto, pero seguramente lo que nos hace pensar que somos especiales no es más que un montón de situaciones dentro de la normalidad. Ese regalo especial, ese detalle original, ese día irrepetible, esa noche mágica, esas palabras imposibles, un palo de golf, un coche, un saco... Todo eso, no es más que un espejismo, un querer pensar que somos únicos cuando a miles (o tan sólo a unas decenas) de kilómetros de donde nos encontramos, hay alguien repitiendo lo mismo y pensando que también es especial.

Después de todo esto no quiero acostarme un domingo noche destrozando todo lo que me ha permitido sentirme persona. Lo que sigue dando sentido a cada uno de esos momentos especiales son las personas con quien los compartimos. Porque habrá muchos techos de coche, muchas noches de borrachera, muchos bares, muchos terrados, muchas calles por recorrer..., sin embargo, cada una de las personas con quién vivimos esos ratos inolvidables sí son irrepetibles, no existirán en ningún otro lugar del mundo. Por ello, sigo creyendo que mis vivencias han sido únicas porque las personas con quien las he pasado no las volveré a encontrar en ningún otro lugar. Por haber estado ahí en esos minutos increíbles, gracias de corazón.
jueves, 25 de junio de 2009
Uno de esos días

Pero imaginar algo así es desear el paraíso, y para alcanzarlo no creo que se tenga que estudiar ninguna carrera, aunque periodismo parezca el camino más adecuado para lograr esa meta. Sin embargo, cuando uno se matricula de periodismo, por vocación, es porque ama hacer lo que le gusta (escribir), por más que sean noticias regionales en un periódico de segunda. Como diría Ben Bradlee: “Uno de los placeres del periodismo es que nunca sabes de qué vas a escribir cuando vas al trabajo. Eso es lo excitante”. Y tiene toda la razón. Cuando uno quiere ser periodista de verdad no piensa en pasar ocho horas en una oficina reescribiendo notas de prensa, sino que quiere ir más allá, salir a la calle y saber qué sucede en un mundo loco, quiere llegar hasta el final de sus historias y, sobre todo, se siente la persona encargada de ofrecer a la sociedad un derecho imprescindible: la información. Ser periodista no es sólo un trabajo, y menos un trabajo para ser rico; ser periodista es una forma de vivir. Cuando eliges prepararte para este oficio, estás renunciando a muchas cosas en un futuro, pero no puedes pensar en ello, porque sino ya estás dudando. Por eso prefiero no seguir por ahí.
En periodismo, como en todas las cosas, existen dos caminos: el fácil, agarrarse a la primera oportunidad y limitarse a escalar para lograr un puesto mejor; y el difícil, luchar por cumplir tus sueños. Esta supongo que será la próxima decisión que deba tomar dentro de pocos años. La vida está llena de decisiones y siempre que te enfrentas a algunas crees que es lamás importante de tu vida, hasta que aparece la siguiente. Primero debes escoger si juntarte con unos amigos o con otros, si salir con esa chica o no, si dejarla o no, si tirarse a la supuesta “buena vida” o seguir estudiando, si hacer el bachillerato social o humanístico (el científico y el tecnológico no los haría ni loco, soy muy malo en mates, así que no fue un problema), si hacer una carrera u otra, así hasta llegar a la decisión que deberé tomar pronto.
No obstante, antes de ese momento, creo que tomé la decisión más acertada de mi vida: estudiar periodismo. Y ¿por qué? Porque cuando tenía seis años tuve un esguince de tobillo que me dejó varias semanas sin poder jugar a fútbol. Me pasaba las horas del patio aburrido en la banda, hasta que un día empecé a explicar (o retrasmitir) en voz baja el partido que jugaban mis amigos, ¡y me entretenía! Ahí empezó todo. Luego, con ocho años, descubrí que lo mío era escribir. Me pasaba largas horas escribiendo la redacción semanal que debíamos entregar, sólo para que la profesora leyera la mía en voz alta y todos mis compañeros se entretuvieran con esas historias. Así hasta hoy: estudiante de periodismo y pluriempleado sin cobrar en la mitad de mis trabajos: un “matao” en definitiva. Y todo ¿para qué? ¿Para ser rico? ¿Para ser conocido? ¿Para tener un trabajo tranquilo? No, no y no. Todo eso para que el día de mañana sea la persona que ahora deseo ser, para llevar la vida que hoy me gustaría tener y para levantarme cada mañana pensando que soy afortunado por hacer lo que soñé cuando tenía seis años.
Aprovecho todo este rollo, justo antes de que miles de personas decidan su carrera, porque aunque nadie lea este blog, quiero mandar un consejo al aire: si cuando teniáis cinco, seis o ocho años os gustaba arreglar juguetes, ser mecánicos; si os gustaba salir en todos los vídeos familiares, ser actores y si os gustaba curar los rasguños de los demás, ser médicos. En resumen, la idea es que creo que hay que tomar las decisiones por aquello que sientes (y los sientes con todas tus fuerzas), sin miedo a estrellarte. Mejor intentarlo que no pasarse la vida pensando en lo que podrías haber sido, pero no fuiste ni serás por miedo a salir perdiendo.
viernes, 5 de junio de 2009
La migala
Y no dejaba de correr, cuando de repente me di cuenta de que el paisaje siempre era el mismo, una calle polvorienta y sin asfaltar y a ambos lados del camino siempre la misma casa repetida infinitas veces. Al fondo de todo siempre el mar, quieto, inmenso, como una piscina gigantesca y yo un nadador cogiendo carrerilla para lanzarme en cualquier momento. Cuando giraba la cabeza para fijarme mejor en aquellas casas, se solía asomar alguien conocido: un amigo de hace años, un vecino, un compañero de colegio... y todos me gritaban que corriese más rápido. El cielo estaba repleto de estrellas que crepitaban con fuerza. Era de noche pero había mucha luz, la claridad era deslumbrante y molesta.

Entonces volvió a venir a mi cabeza un recuerdo lejano. Esta vez me vino a la mente el día que me bañé por primera vez en la playa. No quería pisar la arena porque pensaba que debajo habría un mundo lleno de insectos, mordiendo los pies de aquellos bañistas despreocupados que caminaban descalzos sobre la arena como si nada. Lo que imaginé que habría es mucho más largo de contar. Finalmente me metí al agua lloriqueando y pegando patadas a los peces imaginarios que se movían debajo de mí. Pasado aquel traumático recuerdo me di cuenta que las piernas se habían desprendido de mi cuerpo y mis brazos se movían como alas. Por un momento pensé que me había transformado en ave, pero seguía teniendo cinco dedos y mi esperanza se desvaneció al instante. Fue cinco segundos más tarde cuando sentí todo mi cuerpo húmedo y una oscuridad eterna.
Abrí los ojos, en mi habitación se colaban por entre los huecos de la persiana los primeros rayos del día. Todo el desorden acumulado durante tantas semanas aparecía bañado por un manto de luz tenue, dorada. Al destaparme un escalofrío recorrió todo mi cuerpo hasta hacerme temblar. Mire hacia el techo y, mientras observaba la familiar mancha de humedad, pensé en todo aquel sueño. Me sentí ridículo y cobarde al haber pasado tanto miedo por una simple imaginación mental. Cerré los ojos con rabia para volver a estar delante de la enorme migala y esta vez enfrentarme a ella, pero resultó imposible. No tuvo más remedio que meter los dos pies en las zapatillas y dirigirme a la cocina, pensando que a la noche siguiente dormiría con un insecticida debajo de la almohada, por si acaso volvía a tener una pesadilla como esa.
domingo, 31 de mayo de 2009
Normalidad y respeto en la prensa social

Ésta es la realidad, y lo medios de comunicación, en su afán por trasmitir esa realidad, deben tratar no sólo temas políticos o económicos, sino también “lo social”. Este periodismo social, en el que trabajan agencias como Servimedia, mantiene la máxima de “defensa de valores sociales” y busca la objetividad intelectual, sobre todo hacia individuos con algún tipo de discapacidad, enfermedad; o grupos sociales como las prostitutas, los menores, los drogodependientes o las mujeres maltratadas. En su manual Periodismo social, Servimedia propone una correcta selección léxica para referirse a estas temáticas sociales. La labor de esta agencia es admirable al preocuparse por tratar con “normalidad, claridad y respeto” realidades un tanto delicadas. Evitar el uso de términos como minusválido, retrasado, enano, puta o moro, es una necesidad que toda la prensa seria cumple y, por tanto, es adecuado recordarlo pero no es necesario darle mayor importancia. En este sentido, se deben denunciar titulares como “Los inmigrantes ‘sin papeles’ claman por la integración y homenajean a los fallecidos” (El Mundo, 16/10/2008) o fragmentos –por más que se trate de un artículo de opinión– de este tipo: “...arruinar su carrera profesional o incluso traer al mundo un subnormal profundo o un vegetal humano descerebrado.” (El País, 24/03/2009).
No obstante, el manual de Servimedia va más allá y ofrece las expresiones apropiadas para cada situación. Algunas de ellas, como persona con diversidad funcional, entran en un “lenguaje políticamente correcto” que no favorece la expresión clara y normal de estos casos, sino que representan sustituciones léxicas de carácter eufemístico que disimulan una realidad que debería mostrarse con naturalidad. Otra propuesta exagerada del manual es la “tendencia generalizada al uso de la palabra persona acompañando la definición de la correspondiente discapacidad”, que tiene por resultado expresiones como persona con discapacidad visual o persona inmigrante. Esta norma resulta redundante, pues si su uso se extendiera acabaríamos escribiendo persona joven en vez de joven, o inutilidades por el estilo. El empleo forzado de una palabra tan genérica como “persona” demuestra que existe un empeño premeditado por incluir a ciertos individuos en la condición de persona y, por tanto, se trasmite la idea de que están desfavorecidos, marginados, aislados, cuando según el propio manual se debe contribuir a su “integración en nuestra sociedad como ciudadanos en igualdad de condiciones”.
Pese a estas mínimas contradicciones, las propuestas de Servimedia suelen extenderse a otros medios de comunicación que, menos especializados en estas cuestiones, adoptan la selección léxica de este tipo de manuales para introducirla en su libro de estilo, o sirven a los periodistas para emplear términos apropiados a cada situación. Esta concienciación –casi una labor humanitaria– ha condicionado el tipo de mensaje en el periodismo social, pues se ha reducido la discriminación de ciertos actores sociales, mediante la eliminación de prejuicios y la consecución de una mayor receptividad, por parte de la sociedad, de lo que antes se veían como estigmas sociales. Temas como la prostitución, los maltratos o las discapacidades mentales, han dejado de tratarse con frivolidad, en búsqueda del morbo y la atracción, y se han convertido en asuntos sociales tomados con seriedad, sobre los cuáles el mismo Gobierno ha tenido que actuar con la promulgación de leyes. Los medios de comunicación son los culpables de crear prejuicios que perjudican a sectores de la población, y a la vez, se encargan luego de corregirlos para integrar como normal lo que antes era presentado como un problema, enfermedad o algo inferior. Un ejemplo claro que cita el manual de Servimedia es el sida, que años atrás se consideraba una “enfermedad de homosexuales contagiosa”. Otros casos significativos podrían ser el tratamiento de los judíos después de la Segunda Guerra Mundial en la prensa europea, con el fin de evitar el odio hacia este pueblo; o la protección entre la prensa latinoamericana que reciben los pueblos originarios, un 5% de la población, que son denominados originarios o autóctonos, para no emplear el término indígena que se asocia a indigente.
De todo ello, podemos concluir que la concienciación de la sociedad debe provenir de una campaña previa de sensibilización, beneficiosa para los actores sociales marginados históricamente. Esta responsabilidad civil recae tanto en instituciones como en medios de comunicación. La función de los periodistas en este proceso es dirimir el vocabulario utilizado para no dar una imagen equívoca. El debate ahora podría ser si el primer paso consiste en una concienciación social para cambiar el contenido léxico de las informaciones, o si es la prensa, como poder influyente, quién tiene el deber de escoger con cuidado las palabras correctas, para así modificar la visión de la opinión pública. En cualquier caso, la incomodidad –por no decir rechazo en muchos casos– de esa madre y del vagón en general ante el hombre de baja talla tiene una causa que entre todos debemos atajar. De tal modo, esperemos que esa niña, que felizmente sonreía, cuando tenga diez años más no se pase todo el trayecto de tren intentando adivinar con cara de extrañeza la estatura de una persona con enanismo, o no sienta preferencia por cruzar de acera cuando vea un grupo de marroquíes que vienen de frente hacia ella.
martes, 12 de mayo de 2009
La chica de ayer
La noticia apenas dura treinta segundos –supongo que el jefe de redacción habrá pensado que eran más importantes otras cuestiones del día–. No me enfado, ya que por lo menos lo han dado, y voy directo a mi ordenador para informarme sobre la situación de las mujeres en Afganistán y otros lugares del mundo. Lo que me encuentro no es agradable –como ya preveía–, menos mal que sólo desayuno un cortado, porque lo que viene a continuación, señoras/es, revuelve las tripas.



Como podéis comprobar, hoy “me asomo a la ventana” y no veo a la chica de ayer, me choco de morros con la pura realidad. Cruel, injusto, desigual, despreciable, abominable, desagradable, así es el mundo, y así se lo hemos contado, tan crudo como es. Ayer murió un símbolo del pop; hoy, y cada día, mueren símbolos de la dignidad humana, de la libertad, porque la muerte de una mujer por malos tratos o por lapidación, no es un simple asesinato, es una tragedia, un atentado contra la condición humana.
miércoles, 6 de mayo de 2009
Patxi el "Mesías", que no nos vendan la moto
El asunto se vuelve más preocupante cuando en los telediarios se alternan imágenes del “Mesías” Patxi López con declaraciones de políticos, como Rajoy, afirmando que es “un gran paso para la lucha contra ETA”, o que “por fin se ha cumplido el sueño de muchos (y a continuación recuerdan a Miguel Ángel Blanco)”, o que “con el nuevo lehendakari el fin del terrorismo está más cerca”. Con este tipo de informaciones, a cualquier telespectador un poco desinformado le parecerá que el Gobierno vasco lo formaban hombres con pasamontañas, trajes paramilitares y fusiles de asalto.
Ridícula tanta euforia por una victoria inventada. Muchos telespectadores pensarán que Patxi López ha obtenido la mayoría de calle, por eso están tan contentos. Yo les cuento que no es así. PNV obtuvo 30 escaños, uno más que en 2005, mientras que PSE –si bien aumentó sustancialmente el número de votos con respecto a 2005– sólo obtuvo 25. Sin embargo, la política –y más con el nuevo “Mesías” vasco– hace milagros. Lo último en disparates es que P“SO”E y PP se unan para lograr los puestos de poder en la política vasca, o lo que ellos llaman “unirse por la lucha contra el terrorismo”. Esta maniobra política interesada tiene como resultado un la investidura de un lehendakari no abertzale y un pepero como presidente de la cámara vasca, el colmo de los colmos teniendo en cuenta que el PP ha sufrido una derrota electoral con dos escaños menos. A eso lo llaman “democracia”, yo lo veo más como las incongruencias de un sistema inútil.
Tampoco entiendo la ilegalización de Batasuna. Los españolistas se pasan la vida reclamando diálogo con ETA y no son capaces de dejar participar a su brazo político en unas elecciones. Quizá el miedo está en no querer darse cuenta de cuántos vascos votarían esa formación. ¿Cómo se sentirá un vasco que no puede votar al partido que le representa y cuando encima vota a otro, por mucho que gane las elecciones, no puede gobernar? Así se solucionan los problemas, velando por los derechos de los ciudadanos y la “soberanía nacional”. Entiendo la irritación de amplios sectores de la población vasca, porque lo que se ha llevado a cabo es una manipulación en toda regla para ganar puestos de poder.
Los mismos políticos y medios que abogan por el pluralismo en España, dan brincos de alegría cuando se echa del gobierno a un partido nacionalista. De nuevo la insensatez de los españolistas en nuestro país. Ya sucedió en Catalunya cuando el PSC logró llegar al Govern tras 23 años de mandato nacionalista, con Jordi Pujol. Sin embargo, no recuerdo tanto jaleo mediático. En Euskadi es diferente, porque allí repartirán el bacalao PSOE y PP y ambos quieren sacar tajada de su papel en este “triunfo” en vista a las elecciones europeas. Aznar –que por favor no vuelva– comentó hace pocos días que Jaime Mayor Oreja, candidato del PP a las europeas, fue el que emprendió la lucha contra el nacionalismo. Oportuna observación Sr. Aznar, “siga trabajando” en su búsqueda de un buen plan de pensiones, porque en España sobran personajes como usted, ya tenemos dibujos animados.
Con todo esto quiero decir que la única pretensión que hay detrás de esta exaltación es vendernos la moto de que el nacionalismo vasco (PNV) es el culpable de que siga existiendo ETA. Pues bien, veamos como llega el fin del terrorismo con la toma de posesión del “Mesías” Patxi López y sus séquitos españolistas. Mientras, seguiré creyendo en esas nacionalidades (tanto catalana como vasca), que tanto han dado a un país –España– que no es el suyo, porque algunos preferimos recordar la verdad. Patxi, esperamos “ver la luz” pronto, “ilumina nuestro camino”, o mejor márchese por donde ha venido, tanto en Catalunya como en Euskadi sobran “españolitos” –por no llamarlos fachas– disfrazados de progres.
lunes, 4 de mayo de 2009
Pros y contras del cambio tecnológico en la reestructuración del sistema de comunicación de masas
Desde el telégrafo hasta la realidad virtual, el vertiginoso avance tecnológico lo conforman centenares de artilugios electrónicos que, como extensiones de nuestro propio cuerpo, han mejorado las capacidades humanas hasta límites inimaginables. Ahora somos capaces de ver, oír y conocer más; las distancias y el tiempo se han acortado a milésimas de segundo, y con ello la comunicación se ha vuelto más rápida y cómoda. La principal consecuencia del progreso tecnológico es la aparición de una conciencia compartida (D. KERCKHOVE, La piel de la cultura, pág. 74), un mundo globalizado, caracterizado por la interrelación, que facilita todo tipo intercambios, entre ellos el de la información.

Sin embargo, no todo parece tan magnífico como sentarse delante de una pantalla y poder acceder a cualquier contenido sin moverse del sitio. La reestructuración de los medios de comunicación masas representa el control de la información por parte de unos cuantos, es decir, la monopolización del sector. Los grandes grupos empresariales ofrecerán un servicio –la información– en función de unos intereses propios –el máximo beneficio económico– y eso no contribuye a mejorar la calidad del producto, sino la cantidad e inmediatez. En el momento en que perciben a los “individuos como potenciales clientes”, tal como indica D. Kerckhove, el rigor y la calidad de los contenidos no resultan una prioridad, ya que se intenta atraer al espectador mediante la tragedia ajena (amarillismo), el humor fácil y los enredos amorosos. En los diarios de elite u otros medios serios el problema es el tiempo: la información es tanta y viaja tan deprisa, que los periodistas no disponen de tiempo para realizar un seguimiento o investigación de los temas, e incluso ni para contrastar datos con otras fuentes.
Otra aparente ventaja que proporciona el cambio tecnológico es la interactividad. Con Internet los consumidores actúan además como productores de información –prosumidores (D. KERCKHOVE, La piel de la cultura, pág.120)– y pueden compartir sus opiniones, conocimientos y experiencias con el resto del mundo. Asimismo, esta interacción permite comunicarnos entre nosotros a cualquier distancia, es decir, mantener contacto con otros lugares del mundo. Esta ilimitada capacidad comunicativa que ha experimentado el ser humano supone un cambio en la cultura y en el modelo social. Los media aparecen como nuevo vínculo social, “en un mundo ensanchado para los individuos y más pequeño para los colectivos”, como señala Kerckhove.

No obstante, la abundancia de contenidos –sobre todo en la red– provoca lo que denominamos infosaturación. El descomunal aumento de información pone en peligro la calidad de ésta, ya que los medios de comunicación deben emitir continuamente noticias, en ocasiones sin velar por el rigor de sus contenidos. La aparición del prosumismo también supone un riesgo para los periodistas, cuya labor puede ser realizada por “cualquiera”. En este sentido, se ha abierto un debate sobre el futuro del periodismo, que parece se tendrá que volver más interpretativo.
Otro inconveniente de este cambio en el sistema comunicativo lo encontramos en la cita anterior de Kerckhove: para un broker tal consecuencia será considerada una mejora, pero para un colectivo en defensa de una nación sin Estado –teniendo en cuenta el ya escaso poder decisorio de los Estados– resultará una desventaja, ya que su papel en un mundo globalizado será ínfimo.
Toda transformación supone unos pros y unos contras, que deben superarse mediante la adaptación. A la pregunta sobre si estamos preparados para tal aceleración, la respuesta es que sí, porque cada generación ha tenido que cambiar sus hábitos para adoptar las nuevas tecnologías en la vida cotidiana, y lo ha logrado con éxito. Por tanto, no existe peligro social ante semejante desarrollo, lo importante es educarnos para utilizar los aparatos en beneficio del conocimiento, y no optar por la comodidad sin preocuparse por ser críticos con la información que recibimos.
lunes, 30 de marzo de 2009
Apretarse el cinturón

Nadie conoce la fórmula secreta para afrontar la crisis. Algunos desearían contactar con antepasados suyos para saber cómo sobrevivían en épocas de guerra, los más prácticos prefieren simular el incendio de su casa para cobrar la póliza –aunque la solución suele fracasar. Entremedio se encuentra la inmensa mayoría, los que intentamos superar el bache mediante medidas más corrientes.
En primer lugar, resulta necesario borrar de la cabeza todo aquello que tanta ilusión te hacía comprarte –un coche familiar, un televisor de plasma, un tontón o un ordenador portátil– y darte cuenta que tendrás que esperar unos cuantos añitos más. En segundo lugar, toca eliminar los caprichos: la cenita en el restaurante, las escapadas de fin de semana a una casa rural, las camisas de marca para los domingos, los viajes a hoteles caros (o más bien los viajes en general), descargarse películas en vez de ir al cine o evitar ir de compras con tus hijos. Por último, y lo más difícil, es reducir gastos: consumir marcas blancas, ahorrar luz y agua o desplazarse en transporte público.
El panorama cotidiano de la crisis nos deja carros de la compra menos llenos, bares más vacíos, dependientes aburridos y colas en las oficinas de empleo. En los hogares las neveras refrigeran productos Hacendado y los armarios acumulan ropa de la temporada pasada. La imagen no es catastrófica. El lado positivo es que nos volveremos más sociables, ahora comeremos con nuestra suegra cada domingo, pasaremos los agostos en un camping junto a otras familias y conoceremos mucha gente en el metro a primera hora de la mañana. Esperemos no tener que apretarnos el cinturón mucho más, porque acabará siendo imposible digerir los copiosos estofados de la suegra.
domingo, 15 de marzo de 2009
Paremos tanta hipocresía

Los eufemismos, como indica la RAE, son la “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Un negro nunca se ofenderá por ser llamado de tal forma. Quizá es a los blancos a quienes nos resulta “dura” la palabra negro. María Moliner nos acaba de confirmar la hipótesis mediante su definición de eufemismo: “expresión con que se sustituye otra que se considera demasiado violenta, grosera, malsonante o proscrita por algún motivo”. El motivo de que nos parezca violento el término negro es que la mayoría de blancos todavía realizamos la distinción ellos-nosotros en nuestras mentes y muchos los consideran inferiores. El término afroamericano, por tanto, esconde la realidad de una sociedad todavía racista.
Precisamente, son los políticos con traje, que emplean un lenguaje políticamente correcto (eufemismo de hipócritas) y aparecen en las pantallas como galantes de la igualdad y la tolerancia, los que luego son incapaces de realizar trámites diplomáticos para atajar los abusos de Guantánamo, o lo que es lo mismo: los que pasan de mover el culo para acabar con las torturas de centenares de inocentes.
Presentar la realidad de forma directa y clara en ocasiones supone una amenaza para la estabilidad de los sistemas políticos, que ven peligrar la balanza de la opinión pública. En este senido, los periodistas se aprovechan de esta necesidad para crear un lenguaje más “culto” y lo único que consiguen es colar una información lo más digerible posible, que no remueva la conciencia de “una sociedad acostumbrada a levantarse cada mañana, escuchar la radio o el telenoticias mientras desayuna, y confirmar que todo sigue en orden”, como describe muy bien el sociólogo Luís Arroyo.
Los eufemismos no son más que el maquillaje de una realidad cruda, de un mundo que sufre a nuestro alrededor. Los pocos tabúes que aparecen en los medios de comunicación se tratan con tal delicadez y cuidado que se convierten en sucedáneos de la verdad. Mi recamo como periodista, es que los que nos dedicamos a este oficio empecemos a ser más críticos y transmitamos lo que sucede cómo sucede, no cómo a la sociedad le gustaría verlo. Ya es hora de combatir el lenguaje políticamente correcto que tantos males disimula y a tantos individuos engaña.
jueves, 12 de marzo de 2009
Una flor para ti

En 1937, año de su divorcio, Rodoreda ya se había consolidado como una de las escritoras más importantes del panorama cultural catalán tras haber escrito sus primeras novelas y trabajado en diarios y revistas. Por aquel entonces, ya se había convertido en toda una personalidad en la ciudad Condal, donde se codeaba con políticos, periodistas y grandes empresarios. Sin embargo, lo que hizo grande a la escritora de mirada penetrante no fueron sus contactos de traje y corbata, sino sus amistades –o más que amistades– con Andreu Nin y con poetas como Francesc Trabal o Joan Oliver, con los que se instalaría en el château de Roissy-en-Brie.
No sabemos si Mercè hubiese abandonado su tierra si hubiese sabido que no volvería a pisarla en 33 años, lo que si sabemos es que vivió peligrosamente, como ciudadana exiliada de un país en guerra, pero sobre todo, como mujer libre, porque como afirmó por boca de Aloma: “Los únicos paraísos posibles son los perdidos”. Rodoreda era consciente de que la felicidad “tan sólo se recuerda o se añora, pero nunca se consigue”, como le enseñó Joan Oliver, por ello escogió el camino difícil y llevó una vida al límite. La propia autora reconocía en La plaça del diamant que “las cosas eran bonitas, la vida no tanto”, sin embargo, nunca cesó en su búsqueda de la felicidad. Colometa, personaje de una de sus novelas, recordaba “aquel adoquín levantado” mientras discutía con su marido. Rodoreda, como Colometa, rodeada de un mundo en guerra y oprimido, prefirió buscar en los detalles la fuerza necesaria para seguir adelante.
Con su escritura hablada, sus frases cortas separadas por puntos y una tendencia imparable al polisíndeton, Mercè Rodoreda creó un estilo propio, pero es su vida la que la convierte en un símbolo de la mujer culta y libre, porque Mercè fue “una escritora, no una fabricante de novelas”, pero ante todo, fue “una vividora que se guió por el corazón”, según Montse Casals. Por todo ello, al ver una flor amarilla, algunos recordamos aquella dulce sonrisa de la siempre joven escritora catalana que arriesgó todo por saborear la libertad.
domingo, 8 de marzo de 2009
Día Internacional de la Mujer

"Cuando un hombre se echa atrás, sólo retrocede de verdad. Una mujer sólo retrocede para coger carrerilla"
jueves, 26 de febrero de 2009
París de resaca

domingo, 8 de febrero de 2009
Un mundo mejor: anarquismo
domingo, 11 de enero de 2009
Fisiología y comunicación humana
La primera diferencia es la receptividad sexual constante y la ocultación de la fertilidad. Este hecho obliga a la mujer a mantener un contacto continuo (a veces, por desgracia, intermitentemente) con el hombre. La dependencia de la mujer sobre el hombre para satisfacer su deseo sexual en el momento que ella lo requiera determina su acercamiento y, por tanto, la comunicación con el hombre. Éste, por otro lado, deberá llevar a cabo un proceso comunicativo (contra más elaborado, más efectivo) que le permita ser aceptado por la mujer para practicar el acto sexual. Posiblemente, este rasgo sea determinante para entender las relaciones comunicativas en la especie humana.
Una característica cuya consecuencia en la comunicación humana es más visible sería el difícil parto que deben superar las mujeres, que requiere una persona a su lado, por tanto, se convierte en un acto social. Esta sencilla situación implica la atención de una tercera persona que forma parte de la comunidad, por tanto, pasa a ser un acto comunitario. También, el hecho de que las crías sean prematuras obligan a la comunidad a preocuparse por ellas hasta los cinco años. Es en este periodo de constante contacto con la sociedad, en el que el niño recibirá mayor cantidad de información que almacenará. Esta transmisión de valores, conocimientos y normas sociales significa la preparación del niño a esa vida en comunidad. Además, todo lo que aprenda contribuirá a crear su identidad (conforme a su entorno) que se transformará en memoria histórica.
Otros rasgos menos reconocibles son la posición ventral para la cópula, lo que convierte el acto sexual en una acción comunicativa (intercambio de miradas, gestos, etc.). El orgasmo femenino no es más que una diferencia que contribuye a la receptividad sexual constante de la mujer y esta sofisticación del placer es un símbolo también de identidad humana. La menstruación permite medir en que grado de fertilidad se encuentra la mujer, según el momento del ciclo mensual. Este conocimiento comunitario es necesario para decidir sobre la procreación, por tanto, es un tema doméstico de interés en algunos casos que obliga a que se produzca un intercambio de esa información, e incluso un debate.
Finalmente, el cambio fisiológico más importante sería la menopausia. Este cese de la actividad reproductora significa la aparición de la figura de la abuela. Este icono familiar, que pasa junto al niño sus primeros años de vida, se encarga de transmitir toda la información necesaria para integrar al niño en la sociedad, formarlo como individuo. Este proceso involuntario será la base del conocimiento social del niño y garantizará el sentimiento de identidad comunitaria. Este intercambio informativo unilateral permite crear una identidad social, que trasmitida de generación en generación formará la memoria histórica del grupo.
Todos estos casos permiten explicar la comunicación humana. Las diferencias fisiológicas de la mujer son la causa de la complejidad de nuestro intercambio comunicativo. Si es esta desarrollada comunicación la que nos diferencia de las demás especies y los motivos de esta virtud humana los encontramos en la fisonomía de la mujer, podemos concluir intuyendo que el hombre no se diferencia tanto de según qué animales.