“La velocidad eléctrica tiende a abolir el tiempo y el espacio de la conciencia humana. No existe demora entre el efecto de un acontecimiento y el del siguiente. La extensión eléctrica de nuestro sistema nervioso crea un campo unificado de estructuras orgánicamente interrelacionadas que nosotros llamamos la actual Era de la Información”. De este modo describía Marshall McLuhan el resultado del cambio tecnológico constante que sufre nuestra sociedad, más acelerado en las últimas décadas.
Desde el telégrafo hasta la realidad virtual, el vertiginoso avance tecnológico lo conforman centenares de artilugios electrónicos que, como extensiones de nuestro propio cuerpo, han mejorado las capacidades humanas hasta límites inimaginables. Ahora somos capaces de ver, oír y conocer más; las distancias y el tiempo se han acortado a milésimas de segundo, y con ello la comunicación se ha vuelto más rápida y cómoda. La principal consecuencia del progreso tecnológico es la aparición de una conciencia compartida (D. KERCKHOVE, La piel de la cultura, pág. 74), un mundo globalizado, caracterizado por la interrelación, que facilita todo tipo intercambios, entre ellos el de la información.
Este intenso tráfico comunicativo
Desde el telégrafo hasta la realidad virtual, el vertiginoso avance tecnológico lo conforman centenares de artilugios electrónicos que, como extensiones de nuestro propio cuerpo, han mejorado las capacidades humanas hasta límites inimaginables. Ahora somos capaces de ver, oír y conocer más; las distancias y el tiempo se han acortado a milésimas de segundo, y con ello la comunicación se ha vuelto más rápida y cómoda. La principal consecuencia del progreso tecnológico es la aparición de una conciencia compartida (D. KERCKHOVE, La piel de la cultura, pág. 74), un mundo globalizado, caracterizado por la interrelación, que facilita todo tipo intercambios, entre ellos el de la información.

–propiciado gracias a los avances tecnológicos– representa, junto a la mejora de los transportes, la causa de la globalización mundial actual. Este fenómeno, a su vez, ha producido cambios en la estructuración de los sistemas de comunicación de masas. La radio, la televisión y la prensa se han visto superadas por Internet; el audiovisual atrae más que el texto; y los diarios se han convertido en grandes grupos empresariales de mass media. La suma de estos factores dota de mayor cantidad, inmediatez e instantaneidad a los contenidos que se ofrecen al público. La velocidad con la que se transmiten los acontecimientos en cualquier parte del mundo, la posibilidad de escoger la información entre una abundante oferta y de recibirla de forma sencilla –gráficos, imágenes, vídeos– y, por tanto, comprensible; son algunas de las ventajas que los medios de comunicación nos conceden.
Sin embargo, no todo parece tan magnífico como sentarse delante de una pantalla y poder acceder a cualquier contenido sin moverse del sitio. La reestructuración de los medios de comunicación masas representa el control de la información por parte de unos cuantos, es decir, la monopolización del sector. Los grandes grupos empresariales ofrecerán un servicio –la información– en función de unos intereses propios –el máximo beneficio económico– y eso no contribuye a mejorar la calidad del producto, sino la cantidad e inmediatez. En el momento en que perciben a los “individuos como potenciales clientes”, tal como indica D. Kerckhove, el rigor y la calidad de los contenidos no resultan una prioridad, ya que se intenta atraer al espectador mediante la tragedia ajena (amarillismo), el humor fácil y los enredos amorosos. En los diarios de elite u otros medios serios el problema es el tiempo: la información es tanta y viaja tan deprisa, que los periodistas no disponen de tiempo para realizar un seguimiento o investigación de los temas, e incluso ni para contrastar datos con otras fuentes.
Otra aparente ventaja que proporciona el cambio tecnológico es la interactividad. Con Internet los consumidores actúan además como productores de información –prosumidores (D. KERCKHOVE, La piel de la cultura, pág.120)– y pueden compartir sus opiniones, conocimientos y experiencias con el resto del mundo. Asimismo, esta interacción permite comunicarnos entre nosotros a cualquier distancia, es decir, mantener contacto con otros lugares del mundo. Esta ilimitada capacidad comunicativa que ha experimentado el ser humano supone un cambio en la cultura y en el modelo social. Los media aparecen como nuevo vínculo social, “en un mundo ensanchado para los individuos y más pequeño para los colectivos”, como señala Kerckhove.
No obstante, la abundancia de contenidos –sobre todo en la red– provoca lo que denominamos infosaturación. El descomunal aumento de información pone en peligro la calidad de ésta, ya que los medios de comunicación deben emitir continuamente noticias, en ocasiones sin velar por el rigor de sus contenidos. La aparición del prosumismo también supone un riesgo para los periodistas, cuya labor puede ser realizada por “cualquiera”. En este sentido, se ha abierto un debate sobre el futuro del periodismo, que parece se tendrá que volver más interpretativo.
Otro inconveniente de este cambio en el sistema comunicativo lo encontramos en la cita anterior de Kerckhove: para un broker tal consecuencia será considerada una mejora, pero para un colectivo en defensa de una nación sin Estado –teniendo en cuenta el ya escaso poder decisorio de los Estados– resultará una desventaja, ya que su papel en un mundo globalizado será ínfimo.
Toda transformación supone unos pros y unos contras, que deben superarse mediante la adaptación. A la pregunta sobre si estamos preparados para tal aceleración, la respuesta es que sí, porque cada generación ha tenido que cambiar sus hábitos para adoptar las nuevas tecnologías en la vida cotidiana, y lo ha logrado con éxito. Por tanto, no existe peligro social ante semejante desarrollo, lo importante es educarnos para utilizar los aparatos en beneficio del conocimiento, y no optar por la comodidad sin preocuparse por ser críticos con la información que recibimos.
Sin embargo, no todo parece tan magnífico como sentarse delante de una pantalla y poder acceder a cualquier contenido sin moverse del sitio. La reestructuración de los medios de comunicación masas representa el control de la información por parte de unos cuantos, es decir, la monopolización del sector. Los grandes grupos empresariales ofrecerán un servicio –la información– en función de unos intereses propios –el máximo beneficio económico– y eso no contribuye a mejorar la calidad del producto, sino la cantidad e inmediatez. En el momento en que perciben a los “individuos como potenciales clientes”, tal como indica D. Kerckhove, el rigor y la calidad de los contenidos no resultan una prioridad, ya que se intenta atraer al espectador mediante la tragedia ajena (amarillismo), el humor fácil y los enredos amorosos. En los diarios de elite u otros medios serios el problema es el tiempo: la información es tanta y viaja tan deprisa, que los periodistas no disponen de tiempo para realizar un seguimiento o investigación de los temas, e incluso ni para contrastar datos con otras fuentes.
Otra aparente ventaja que proporciona el cambio tecnológico es la interactividad. Con Internet los consumidores actúan además como productores de información –prosumidores (D. KERCKHOVE, La piel de la cultura, pág.120)– y pueden compartir sus opiniones, conocimientos y experiencias con el resto del mundo. Asimismo, esta interacción permite comunicarnos entre nosotros a cualquier distancia, es decir, mantener contacto con otros lugares del mundo. Esta ilimitada capacidad comunicativa que ha experimentado el ser humano supone un cambio en la cultura y en el modelo social. Los media aparecen como nuevo vínculo social, “en un mundo ensanchado para los individuos y más pequeño para los colectivos”, como señala Kerckhove.

No obstante, la abundancia de contenidos –sobre todo en la red– provoca lo que denominamos infosaturación. El descomunal aumento de información pone en peligro la calidad de ésta, ya que los medios de comunicación deben emitir continuamente noticias, en ocasiones sin velar por el rigor de sus contenidos. La aparición del prosumismo también supone un riesgo para los periodistas, cuya labor puede ser realizada por “cualquiera”. En este sentido, se ha abierto un debate sobre el futuro del periodismo, que parece se tendrá que volver más interpretativo.
Otro inconveniente de este cambio en el sistema comunicativo lo encontramos en la cita anterior de Kerckhove: para un broker tal consecuencia será considerada una mejora, pero para un colectivo en defensa de una nación sin Estado –teniendo en cuenta el ya escaso poder decisorio de los Estados– resultará una desventaja, ya que su papel en un mundo globalizado será ínfimo.
Toda transformación supone unos pros y unos contras, que deben superarse mediante la adaptación. A la pregunta sobre si estamos preparados para tal aceleración, la respuesta es que sí, porque cada generación ha tenido que cambiar sus hábitos para adoptar las nuevas tecnologías en la vida cotidiana, y lo ha logrado con éxito. Por tanto, no existe peligro social ante semejante desarrollo, lo importante es educarnos para utilizar los aparatos en beneficio del conocimiento, y no optar por la comodidad sin preocuparse por ser críticos con la información que recibimos.
Ensayo elaborado para la asignatura Estructura de comunicación de masas (UAB), a fecha de 2 de abril de 2009 (sin tiempo para escribir otras cosas).
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