jueves, 26 de febrero de 2009

París de resaca


Abrí los ojos. La luz estridente de la mañana no me dejó ver más allá de ese blanco radiante. Volví a cerrar mis párpados y pensé que lo mejor sería no intentar aquella hazaña de nuevo. Sin embargo, un frío tempranero se coló por entre las mangas de mi camisa. Entonces recordé que estaba de viaje en París con un amigo y, de paso, el punzante dolor de cabeza hizo acordarme de lo mucho que había bebido aquella noche. París, la ciudad de las luces, en aquel momento era para mí una prisión agonizante, una torturadora de vagabundos ¿Qué pasa, aquí nadie sufre una resaca? Con amaneceres tan penetrantes como aquel estaba claro que no.
Me incorporé con pocas ganas. Mi amigo, a un metro, parecía estar muerto. Ante mí se alzaba un amasijo de hierros entrelazados en forma de ‘A’ mayúscula, espera, o tal vez en forma de ‘i’ minúscula. Al instante pensé que lo de la ‘i’ minúscula resultaba una estupidez porque le faltaría el punto. Más arriba todavía, unas cuantas nubes grisáceas tapaban trozos del cielo azul, los justos para cubrirme de una sombra helada pero no los suficientes para evitar aquella luz fastidiosa. Todo estaba en mi contra, estoy seguro que la noche anterior no me debí portar bien y alguien me lo estaba devolviendo. A mis pies, una avenida de césped verde, limpio, suave, hacía de alfombra a los perritos y parejitas que en ella se revolcaban. A los lados, los edificios de cinco plantas, piedra oscura y barandas negras, hacían de público en aquel teatro llamado cotidianeidad.
Siempre imaginé vivir París charlando en un café bohemio o besándome bajo una farola, pero fue en aquel parque, acompañado por el frío húmedo de la hierba, un amigo tirado en el suelo y unas ganas tremendas de vomitar, cuando sentí París de verdad, cuando sentí como aquella mitificada ciudad que tanto prometía Humphrey Bogart no era más que un montón de aceras, bancos y monumentos idealizados. Y fue sólo entonces cuando me di cuenta de que quizá las tertulias están hechas para los poetas, las luces para los enamorados y la realidad para los borrachos.

domingo, 8 de febrero de 2009

Un mundo mejor: anarquismo

Cierra los ojos:


Imagínate un mundo sin naciones ni nacionalidades, un mundo sin fronteras ni estados, sin blancos ni negros, sin españoles ni catalanes, un mundo sin religiones ni doctrinas...


Imagínate un mundo sin ejércitos, sin bombas ni armas, sin guerras, un mundo sin bandos ni rivales, un mundo sin policía, sin violencia ni autoridad...


Imagínate un mundo sin líderes, sin jefes ni gobiernos, un mundo sin jerarquía, sin leyes ni normas, un mundo sin papeles firmados, sin poderes ni instituciones...


Imagínate un mundo sin muertos de hambre, sin niños explotados ni explotadores, sin amos ni esclavos, un mundo sin ricos ni pobres, sin Norte ni Sur, un mundo sin comercio injusto ni ilegal, sin tráfico de personas...


Imagínate un mundo sin violadores, sin maltratadores, sin asesinos ni torturadores, un mundo sin prisioneros ni cárceles...


Ahora abre los ojos y sólo enciende la televisión para darte cuenta que todo eso no es posible. Por suerte para mi y para ti, nosotros tenemos que ver todas esas cosas a través de una pantalla, pero a muchas personas no les hace falta ni eso, porque lo viven día a dia, se levantan cada máñana con el ruido de las bombas, o recorren 20km para buscar agua, o aguantan a un marido que les pega, o son obligadas a prostituirse...


Si somos conscientes de la infinita degeneración humana, que supera constantemente sus propios límites, es fácil darse cuenta que no es posible un mundo como el que imaginaba John Lenon. Y si intentamos encontrar el "por qué" de todo esto, la respuesta la tendríamos que buscar en el primer homo sapiens que quiso tener una cueva más grande que el resto de la tribu.


Esto quiere decir que ahora no hay marcha atrás, no podemos volver miles de años de pasado para explicarle a ese homo sapiens que "no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita". Ahora sólo queda resignación, pero no conformismo, porque mientras existan sueños, habrá personas que seguiran creyendo en ellos y "I'm not the only one".


No sé si la anarquía es utopía, sólo sé que prefiero ser olvidado que recordado por abandonar, así que seguiremos soñando despiertos...