viernes, 6 de noviembre de 2009

Un poco de heroína para desayunar

Últimamente me vienen a la cabeza pensamientos indecentes, como dirían los de la túnica blanca. Sin ir más lejos, estaba el otro día en el concierto de mi amigo Carlos y me llamó la atención una anécdota que contó sobre un tema del que habíamos hablado mucho. En boca de este colega: “Tengo un conocido que se mete droga dura y está muy acabado. Hace un tiempo hablé con él y me dijo que le gustaría ser tan grande como nosotros para poder dejar las drogas. Y yo me pregunto: ¿quién es más grande de los dos?”. Ahí acabaron las frases de Carlos, pero mi cabeza siguió dando vueltas hasta hoy mismo.

La sociedad (colegio, papá, mamá, incluso el típico tío que sólo ves en los entierros) nos ha enseñado que consumir drogas es malo. Y yo me vuelvo a preguntar: ¿por qué es malo? Porque te mata o ¿por qué? Y la pregunta que sigue a continuación es: ¿vale más la pena vivir veinte años de vejez o vivir veinte minutos en el cielo? La gente nos empeñamos en alargar la edad de nuestra muerte, pero, en cambio, no nos preocupamos por aprovechar esos años que van pasando. Y no me refiero sólo a meterse droga: hablo de la persona que dejamos de conocer porque tenemos pareja, las fiestas que dejamos de vivir porque al día siguiente hay que ir al trabajo, las tonterías que dejamos de hacer por no quedar mal, las sonrisas que escondemos para mantener un respeto, los viajes que nos perdemos por miedo a no sé qué, los llantos que también escondemos para no dar pena y las miles de cosas que se van quedando en el camino y nunca vuelven.

Volviendo al tema de las drogas, quizá el caso más extremo, seguramente muchos ‘yonkis’ con conciencia no han visto a sus nietos crecer, sin embargo, todos nosotros no habremos experimentado sensaciones límite como ellos. ¿Y qué es lo correcto, o normal, o aceptable? Sinceramente creo que lo de cuidar de los hijos de tus hijos, por ejemplo, no es de esas cosas que den sentido a la vida. Podemos aguantar sesenta u ochenta años, pero dura tan poquito lo bueno del vivir, aquel momento en que sueñas despierto, en que crees que puedes comerte el mundo, en que tu único miedo es dejarte algo por hacer y por eso vives en un presente constante, donde “lo que pase después” tiene importancia cero.

Todos esos miedos que arrastramos -a drogarse, a equivocarse, a no tener un buen trabajo, a quedarse sólo...- son los que evitan que aprovechemos la vida. Como diría alguien de Madrid (recuerdos, por cierto): “el sentido común es la única barrera de los sueños”. Y aunque me cueste reconocerlo, soy demasiado acojonado como para chutarme, pero debo decir que admiro a los que lo hacen con conciencia. Es más, no simpatizo demasiado con aquellos que piensan que los ‘yonkis’ son una lacra para la sociedad. A ellos les recuerdo que; desde los filósofos griegos con las bolas de laurel, hasta Dalí, pasando por Shakespeare y muchísimos más; seguimos admirando las obras de esos ‘yonkis’ que tanto despreciamos luego. Una contradicción más de las muchas que acumula el ser humano.

Ahí lo dejo, para todos los que sigan pensando que tener esposa, un coche familiar, una casa con jardín, una hipoteca de por vida y unos nietos encantadores, les haga mejores personas que esos ‘yonkis’ que llenan muchas de las estanterías de nuestras bibliotecas, o que simplemente vivieron algo por encima de lo que nosotros llamamos “normal”. A ti Carlos, no le des más vueltas, nos tenemos que considerar grandes sólo por tenerlo en cuenta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

sorprendete, como todas tus reflexiones.

Anónimo dijo...

sorprendente*