En el caso de las entidades deportivas, la solución es deshacerse de gastos innecesarios. En esta selección previa de elementos prescindibles se tienen en cuenta los aspectos puramente deportivos, mientras que los demás penden de un hilo. En esta ardua tarea de limpieza, desempeñado tanto por clubes como por empresas, los periodistas acostumbran a situarse en la cabeza de esa lista de posibles elementos desechables.
Muchos considerarán que el periodismo consiste en teclear frases bien ligadas. De este modo, todos podemos ser periodistas sin pasar por una facultad de comunicación. Y de este mismo

Esta desvaloración hacia los periodistas es una consecuencia de una visión errónea del papel de los ‘comunicólogos’. Por ejemplo, en un club deportivo, si un niño marca un gol, encesta una canasta, o un equipo gana un partido, sólo lo sabrán los familiares de los jugadores y algunos miembros o aficionados asiduos a la entidad. Si ese escenario cuenta con la presencia de un periodista, miles o millones de personas tendrán conocimiento de ese gol, canasta o victoria. Es decir, un hecho no existe si no aparece publicado.
A pesar de esta importante función informativa, podemos seguir creyendo que los periodistas no somos imprescindibles. Sin embargo, tal y como sucede en nuestra vida cotidiana, sólo somos capaces de aprender, enseñar, conocer, relacionarnos, si nos comunicamos. De manera extensible al funcionamiento de un club, la comunicación −organizada y desarrollada con profesionalidad− resulta una parte vital dentro de esa estructura. Por su capacidad de adaptación, las tareas de un periodista como miembro de un club pueden ser infinitas.
Las actuaciones para superar una crisis, o sin crisis, pueden ser comprar marcas blancas, no salir de compras o a cenar, colocar diez papeleras en vez de veinte, o doblar el trabajo de un empleado; pero que nunca sea pasar por alto la figura del periodista en una entidad, o por lo menos que no se tome esa decisión por desprestigio a la profesión. Si todos fuésemos capaces de desempeñar de manera competente las funciones de un periodista no existirían las facultades de comunicación, ¿no? Por lo menos, para aquellos que lo intenten o se lo crean, que se paren a pensarlo dos veces.