
Abrí los ojos. La luz estridente de la mañana no me dejó ver más allá de ese blanco radiante. Volví a cerrar mis párpados y pensé que lo mejor sería no intentar aquella hazaña de nuevo. Sin embargo, un frío tempranero se coló por entre las mangas de mi camisa. Entonces recordé que estaba de viaje en París con un amigo y, de paso, el punzante dolor de cabeza hizo acordarme de lo mucho que había bebido aquella noche. París, la ciudad de las luces, en aquel momento era para mí una prisión agonizante, una torturadora de vagabundos ¿Qué pasa, aquí nadie sufre una resaca? Con amaneceres tan penetrantes como aquel estaba claro que no.
Me incorporé con pocas ganas. Mi amigo, a un metro, parecía estar muerto. Ante mí se alzaba un amasijo de hierros entrelazados en forma de ‘A’ mayúscula, espera, o tal vez en forma de ‘i’ minúscula. Al instante pensé que lo de la ‘i’ minúscula resultaba una estupidez porque le faltaría el punto. Más arriba todavía, unas cuantas nubes grisáceas tapaban trozos del cielo azul, los justos para cubrirme de una sombra helada pero no los suficientes para evitar aquella luz fastidiosa. Todo estaba en mi contra, estoy seguro que la noche anterior no me debí portar bien y alguien me lo estaba devolviendo. A mis pies, una avenida de césped verde, limpio, suave, hacía de alfombra a los perritos y parejitas que en ella se revolcaban. A los lados, los edificios de cinco plantas, piedra oscura y barandas negras, hacían de público en aquel teatro llamado cotidianeidad.
Siempre imaginé vivir París charlando en un café bohemio o besándome bajo una farola, pero fue en aquel parque, acompañado por el frío húmedo de la hierba, un amigo tirado en el suelo y unas ganas tremendas de vomitar, cuando sentí París de verdad, cuando sentí como aquella mitificada ciudad que tanto prometía Humphrey Bogart no era más que un montón de aceras, bancos y monumentos idealizados. Y fue sólo entonces cuando me di cuenta de que quizá las tertulias están hechas para los poetas, las luces para los enamorados y la realidad para los borrachos.